El monasterio de Santa Catalina en Cusco, fundado por la Comunidad Religiosa Católica de Monjas de vida Contemplativa de la Orden Dominicana, es una de las tres comunidades más antiguas de monjas de clausura en la ciudad. La Orden Dominicana fue la primera en llegar al Perú en el siglo XVI, dejando su marca en la arquitectura colonial, como se ve en el templo Santo Domingo construido sobre los restos del Coricancha.
La congregación fue fundada originalmente en Arequipa por Doña Lucia Padilla y su hija Doña Isabel, quien ingresó al monasterio y eventualmente se convirtió en priora. Después de que los descendientes varones de la familia fallecieran, la madre decidió donar todos sus bienes a la congregación. Inicialmente llamado “Nuestra Señora de los Remedios”, el monasterio se trasladó a Cusco en 1605 debido a desastres naturales y con la aprobación del obispo Monseñor Antonio de la Raya. Veinticinco monjas profesas y dos niñas viajaron a Cusco, donde se les otorgó un terreno importante, el recinto Acllahuasi, en el antiguo territorio del Tawantinsuyo.
El Acllahuasi, conocido como el recinto de las “Mujeres Escogidas”, era el lugar donde vivían mujeres seleccionadas por su belleza o linaje antes de la conquista española. Estas mujeres vivían aisladas, sin contacto con hombres, cuidadas por ancianos, eunucos y mamacunas. Algunas se convertían en esposas o concubinas del Inca o altos dignatarios, mientras que otras servían en templos, consideradas esposas del dios sol. Sus tareas incluían la producción de textiles finos y la preparación de bebidas ceremoniales. La casa en Cusco era la más grande y lujosa, albergando a doncellas de élite. Los europeos la comparaban con comunidades monásticas católicas, llamándolas monjas. La toma del Acllahuasi por monjas dominicas fue vista como un acto simbólico de continuidad cultural. Hoy en día, se pueden encontrar restos de la construcción inca en las calles Loreto y Arequipa en Cusco.
Después de su traslado a Cusco, el monasterio adoptó el nombre de Santa Catalina de Sena en honor a la santa del mismo nombre. En 1650, el devastador terremoto de Cusco dejó el recién construido monasterio en ruinas, y una de las hermanas quedó sepultada bajo los escombros. Durante la reconstrucción, las religiosas se vieron obligadas a refugiarse temporalmente en las casas de los vecinos. En 1651, se inició la reconstrucción del templo, la cual se ha mantenido prácticamente sin cambios hasta la actualidad.
La antigua nobleza inca, cristianizada y transformada, cuya primera generación aún conservaba una gran importancia en Cusco, encontró su lugar en la vida monástica. En 1619, doña Leonor de Esquivel, hija de Melchor Carlos, el último inca reconocido por la corona española, hizo sus votos dentro del monasterio y falleció como monja en sus claustros. Posteriormente, doña Feliciana Pinelo, bisnieta del inca Tupac Amaru I, el último líder de la resistencia inca contra la invasión española, ingresó al monasterio.
Para que una joven pudiera ingresar al monasterio, su familia debía pagar una dote que determinaba su rango dentro de las instalaciones:
Las monjas de familias adineradas, acostumbradas a un estilo de vida privilegiado, mantenían un nivel de vida similar dentro del monasterio. Se les permitía tener celdas autónomas de varios ambientes, atendidas por criadas y esclavas que podían salir del recinto sin restricciones. En ocasiones, se les permitía alojar a parientes o familiares, pero exclusivamente mujeres.
Algunas monjas se encargaban de la crianza de niñas entregadas por sus familias para su educación, alejadas de las tentaciones mundanas. Estas niñas podían desempeñar roles de criadas o aprendices, dependiendo de la posición económica de sus familias. Además, los claustros del monasterio a menudo servían como refugio para mujeres maltratadas, viudas o como lugar de corrección para aquellas consideradas rebeldes.
El Monasterio de Santa Catalina ofrece a sus visitantes una experiencia única donde pueden explorar diversos aspectos de la vida monástica y el arte renacentista. Al llegar, te impresionará la sólida construcción sobre una base de piedra y los magníficos tallados renacentistas que adornan su estructura.
Desde la década de 1970, el monasterio ha abierto sus puertas al público, ofreciendo un museo que revela la forma de vida cristiana de las monjas en el recinto, así como las obras de arte renacentista que alberga. Entre las atracciones más destacadas se encuentran:
Explorar el Monasterio de Santa Catalina es sumergirse en la historia y la espiritualidad de la vida monástica, así como apreciar la belleza del arte renacentista en un entorno sereno y majestuoso.