Según la leyenda, el cráneo y el esqueleto pertenecen al hijo de un malvado virrey español que llegó a la ciudad imperial de los Incas y se enamoró de una bondadosa princesa incaica. Juntos concibieron al niño en 1960.
Sin embargo, a los 13 años, el niño fue secuestrado como venganza contra su padre, un hombre cruel. Los secuestradores frotaron el cuerpo del menor con hierbas mágicas, causándole lesiones internas que finalmente provocaron su muerte. El niño sufrió una larga agonía debido a la maldad de su progenitor. Pronto, los padres comenzaron a pedir milagros a su hijo secuestrado, quien, según rumores, los concedía. Estos rumores se extendieron gradualmente por todo el pueblo, llevando a la gente a acudir a la casa del Niño Compadrito en busca de milagros.
Sin embargo, en 1975, monseñor Luís Vallejos, obispo de Cusco, prohibió el culto aduciendo que fomentaba el pecado y lo calificó como “un feto del demonio”. Además, se descubrió que el cráneo no pertenecía a un niño, sino a un simio. Por lo tanto, la imagen del niño momificado fue trasladada a un escondite cerca del pueblo de Huayllabamba, en el Valle Sagrado de los Incas, cerca de Machu Picchu, donde continuó siendo venerado de manera clandestina.
Siete años después, en 1982, monseñor Luis Vallejo sufrió un accidente automovilístico en el que perdió la vida. Muchos atribuyeron este suceso como venganza del Niño Compadrito. Desde entonces, ganó miles de adeptos que temían burlarse de él por miedo a su posible venganza.
Esta momia de 50 centímetros, envuelta en un manto con filigranas doradas y rematada por un cráneo. El siniestro cráneo posee ojos de vidrio pintados de celeste, una peluca y una corona de plata. Los curas católicos aseguran que el cráneo no es de un humano sino de un simio y que la corona es de latón. Una figura que produce escalofríos. Algo que inspira terror como todo lo que se relaciona con lo diabólico, según la descripción que hizo el padre Jorge Huamán, desde el púlpito de la Iglesia de la Merced.
Los martes y los viernes que es cuando se le rinde culto, alrededor de 400 personas le llevan las más diversas ofrendas caramelos, billetes, cirios, flores, joyas, para que atienda a sus pedidos, algunos de los cuales es la muerte de sus enemigos.
Documentalistas argentinos que realizaron un video del caso, cuentan que durante las filmaciones las cámaras dejaban de filmar, y un corte de luz afectó la zona en los alrededores. Más que odiarlo y combatirlo, el niño compadrito debe ser tratado con respeto, ya que según cuentan los creyentes sus poderes han sido probados varias veces. La amenaza de que los idólatras se consumirán en el infierno no provoca la menor impresión entre aquellos que le atribuyen al Niño compadrito o niño de Cusco el poder de sanar a los desahuciados o de provocar la muerte a sus enemigos.
Las personas que van a visitar al ‘Niño Compadrito’ acostumbran comprar y encenderle velas. Cada una de estas tiene un significado especial. Por ejemplo, según relató el fallecido Juan Letona a Vice, “las rojas son para el amor, las blancas salud, amarillas para el dinero, verdes representan el trabajo, azules los estudios, rosadas para el triunfo, morado son los milagros, anaranjado felicidad y negro justicia”.
Los devotos, por lo general, firman con sus iniciales. L.L.V.V. escribió, por ejemplo: “Mi bebé, gracias por todos los favores, te pido me sigas ayudando en mi recuperación para estar totalmente bien de salud. Te pido que bendigas a mis padres y hermanas, bendice mi relación para que día a día nos llevemos mejor y juntos logremos fortalecer nuestro amor. Estoy a dos semestres de culminar mis estudios, ayúdame a ser la mejor”.
A decir por los numerosos carnets de policías que cuelgan en la capilla, muchos agentes cusqueños de la Policía Nacional del Perú son devotos del Niño Compadrito. También hay copias de títulos universitarios, identificaciones de trabajadores de Essalud, afiches de restaurantes, fotografías, imágenes de la Virgen María y decenas de juguetes. Todos estos objetos son testimonios de la fe que le tienen vecinos del Cusco al niño.